Por Iñaki Olaskoaga

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INTRODUCCIÓN:
Saberse teniendo problemas puede constituir una desagradable experiencia, accesible a las personas gracias a nuestra capacidad cognitiva y linguística.  Las habilidades simbólicas humanas pueden mejorar o empeorar una situación, dependiendo del uso que se realice de ellas.  Las palabras están cargadas de significados profundos, generadores de emociones. Este artículo se detiene en reflexiones semánticas y prácticas que se derivan del término “problema”. Asimismo se destacarán algunos métodos mediante los que se crean o mantienen los problemas, así como diversas sugerencias para obtener otros resultados.

El término “problema” cuenta con una fecunda historia de al menos 25 siglos. Los griegos ya utilizaban esta forma, que los romanos adoptaron. Posteriormente, las lenguas latinas, germánicas y eslavas incorporaron la palabra. Su uso durante cientos de años y  por millones de personas podría indicar que ha sido necesaria. Si en tanto tiempo y para tantas personas ha existido la necesidad de referirse a los problemas podría ser cierto que denota realidades objetivas. También el cristianismo ha aludido al mundo como ”valle de lágrimas”, es decir, lleno de problemas; en una concepción del mundo de este tipo, los problemas existen per se:  el término solo pone nombre a lo que ya es. Los sustantivos expresan cosas materiales o inmateriales. Al utilizar el sustantivo “problema” es natural crear en la mente la idea de que algo (negativo) está presente. Millones de hablantes a lo largo de la historia  pensando en la existencia objetiva de una entidad indeseable no pueden estar equivocados. ¿O sí?

Curiosamente, el significado etimológico del término griego proviene del verbo proballw (proballo) “lanzar hacia adelante”, el cual no presenta connotaciones negativas, en contraposición con el significado que se le atribuye actualmente. La palabra griega sugiere un contexto de movimiento en el que se aplica activamente una iniciativa para llegar más allá. Tal vez abusando del permiso de los filólogos podríamos traducirlo como “llevar más allá” o “hacer avanzar algo”, independientemente de si la situación de partida sea negativa. Esta forma de considerarlo tiene diversas ventajas desde el punto de vista del desarrollo personal y de la PNL, especialmente si lo comparamos con el uso consolidado de la palabra “problema”.

NO HAY PROBLEMA: en primer lugar, es muy diferente que el sustantivo “problema” se derive de un verbo en lugar de lo contrario, pues los verbos resaltan la presencia de un proceso activo en transcurso o una acción, mientras que los sustantivos describen cosas y entidades. Podemos comparar esta perspectiva griega con el uso actual, en el que decimos que “hay un problema” o “tenemos un problema” o bien “me ha surgido un problema”, como quien tiene una verruga.  En estas formas recientes se destaca que existe algo (negativo) y no se percibe claramente quién hace qué sobre su origen o mantenimiento; la responsabilidad queda diluida. Asimismo, se presupone que esa entidad negativa existe en la realidad y que es independiente de quien la percibe; pretende describir como realidad un fantasma, en lugar de mostrar el factor subjetivo detrás de la descripción: no habla del mapa mental del hablante sino de un territorio supuestamente objetivo.

TIRAR LA PIEDRA Y ESCONDER LA MANO: el metamodelo del lenguaje de la PNL permite analizar las palabras y frases para detectar y superar las limitaciones que se produzcan por el uso de estas. Una de las maneras en que las personas podemos limitar nuestras opciones mediante el lenguaje, funcionando por debajo de nuestras capacidades, consiste en la nominalización: sustantivos abstractos que congelan la acción de un verbo. La palabra “problema“ es una nominalización. Si la transformamos en  verbo o proceso, como en su origen griego, se vuelve más fluida y transparente. Si la dejamos como sustantivo permanece más estática e impenetrable…

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