Por Iñaki Olaskoaga

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Se puede considerar la realización de equivocaciones como un bien, con tal de que despleguemos ciertas actitudes para su aprovechamiento. Los sistemas complejos, como los constituidos por individuos y grupos humanos, pueden ser permeables a los resultados inesperados o no deseados, hasta el punto de que la información que puedan extraer de tales circunstancias pueda tener incluso valor de supervivencia. Las ideas expuestas en los párrafos siguientes buscan señalar la conveniencia de valerse de las oportunidades que ofrece la apertura a situaciones imprevisibles o imperfectas.

Estas líneas no pretenden contribuir al caos económico y social en el mundo a través de la promoción de una serie de errores en cadena. Aunque algunas personas pudieran considerar interesante tal objetivo,  como modo de dar pie al surgimiento de un vacío creativo, este humilde artículo solo aspira a compartir ciertas reflexiones sobre el fenómeno del error.

NADAR EN EL DESORDEN. Las ideas consideradas en el artículo anterior (“Este artículo no es un error”), relativas a la preponderancia de lo imprevisible en la realidad, pueden llevar a reconocer la importancia de disponer de una actitud de tolerancia ante lo desordenado o supuestamente equivocado. El hecho de que una persona se pueda encontrar cómoda en una situación imperfecta facilita que pueda sacarle partido, de forma que pueda darle estructura al desorden y crear así con mayor probabilidad el resultado que desea (ordenar los elementos de la realidad a nuestro alcance en el modo que pretendamos). Parece lógico pensar que una persona que esté percibiendo con detalle cómo suceden las situaciones, con su carga de desorden incluida, está en mejor disposición para modificarlas. En cambio, quien espere ingenuamente que la madre naturaleza satisfaga sus deseos tenderá a cerrar los ojos, mientras las oportunidades reales pasan por delante sin detenerse. Para tal persona, cada resultado no deseado supone una doble frustración: la de no haber alcanzado su objetivo y la de la incomprensión que le produce el hecho de que no suceda lo que estima como normal: “no me ha funcionado y además el mundo se me vuelve impredecible”.

EL RELOJ SUIZO: una de las ideas que incide respecto a la consideración humana de los errores es la metáfora mecánica. Ésta explica que las vicisitudes humanas siguen una lógica determinista: un insulto provoca un enfado, una caricia produce una sonrisa. A esta forma de entender las cosas se la denomina causalidad lineal: ¿Porqué llora él?: porque ella le ha gritado. O bien, ¿Porqué grita ella?: porque le irrita que él llore. Como modo de explicar la realidad funciona muy bien con sistemas simples como las máquinas (durante el periodo limitado en que funcionan estas), aunque no parece acabar de encajar con la complejidad de los seres vivos y menos aún con la de las personas.  A pesar de ello, nuestro lenguaje nos impele a pensar en términos lineales. Desde hace varias décadas se ha introducido en el pensamiento científico la noción de causalidad circular, que contempla el hecho de que, como en el ejemplo anterior de la pareja que llora y grita, cada participante recibe y genera información. Cada participante tiene la opción de obtener diferentes resultados si percibe cómo responde el entorno a sus iniciativas, de forma que pueda modificar estas, adecuándolas flexiblemente a sus objetivos….

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