Autor: Iñaki Olaskoaga

Reflexiones epistemológicas sobre la equivocación

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Introducción.  El termino error forma parte de una teoría del conocimiento de la realidad o epistemología que implica consecuencias indeseables para el cambio personal. Así como el pensamiento platónico supone un orden de perfección inmanente, respecto al que las equivocaciones son una traba, la epistemología constructivista, de la que la PNL forma parte, aprecia la conveniencia de las aproximaciones sucesivas y busca integrar lo imprevisible. La perspectiva científica de las últimas décadas en diversas disciplinas comparte esta misma orientación.

LOS ERRORES NO EXISTEN: podemos comenzar negando la mayor: no existe el error. Desde la perspectiva del metamodelo del lenguaje, en PNL “error” es una nominalización, una abstracción sin entidad propia, un suceso inmaterial. Si quería tomar el camino de la izquierda y descubro que he tomado el de la derecha, me encuentro todavía en el terreno de la acción y de la percepción (hago y percibo lo que hago). En este terreno me estaré basando en datos sensoriales; los datos sensoriales son como las cuentas de un collar: podemos ensartarlas en forma de pulsera, de collar, de pendiente, de anillo, etc., pudiendo combinar además los colores de muchas maneras diferentes. Es decir, las acciones y percepciones que realizamos son neutras en sí mismas: se pueden interpretar de diversas maneras; interpretarlas como errores es solo una de las posibles historias que nos podemos contar. En su lugar, otra persona podría contarse la historia de haber dado con una oportunidad. Cada historia ayuda a sentir y a hacer cosas diferentes. En estas líneas se pretende sugerir que quien se cuente una historia en la que lo que ha hecho no tiene ningún valor o que incluso es negativo también puede elegir armar un relato diferente, en el que la acción realizada suponga una ventaja.

EXISTEN LAS ACCIONES: si seguimos con el ejemplo de haber tomado un camino u otro, simultáneamente o a continuación puedo comparar lo que está sucediendo con lo que deseaba conseguir; al comparar valoro como inadecuada la opción tomada (derecha). Se trata en este momento de un fenómeno subjetivo, que no se corresponde necesariamente con el grado de existencia objetiva de tal idea en la realidad. Esta acción de valoración es la que posibilita que pueda abrirse en mi mente la idea del error. Tomar la derecha es un error solamente para quien está disponiendo previamente de un mapa determinado, por el que la opción derecha es peor que la opción izquierda. Solo puedo acceder a la idea del error si estoy juzgando. Dicho de otra manera, cada persona construye la idea de haber cometido un error gracias a la utilización de su perspectiva subjetiva (su mapa). Es en este sentido en el que una equivocación no existe objetivamente.

La consideración de una acción como error consiste en una actividad cognitiva, emotiva y conductual viva, en la que la persona está procesando datos de una cierta manera; no está relacionándose con realidades cerradas y acabadas, sin opciones, sino que la situación continúa en todo momento abierta, en el terreno de lo opinable y modificable.  Desde el punto de vista de la PNL sería más acertado señalar que nos estamos equivocando  o bien que estamos considerando que nos equivocamos (transformarlo en verbo y en una acción en transcurso) en lugar de indicar que hemos cometido un error.

¿Y A MÍ QUÉ?: el paciente lector que haya llegado hasta aquí podría preguntarse para qué nos valen estas disquisiciones terminológicas. Podríamos encontrar una respuesta si observamos a nuestro alrededor. Considerar un error como algo objetivo, irreversible y real tiende a producir un estado de desasosiego o pasividad, como si no existiera salida. Equivaldría a contarnos la historia de que sólo disponíamos de una oportunidad, de forma que al no haber alcanzado el objetivo en ese único intento habríamos perdido irremediablemente toda posibilidad de conseguirlo en el futuro. Como continuación lógica de contarnos una  historia de tal dramatismo, podríamos cerrar las ventanas (sensoriales) y vivir apesadumbrados el consiguiente duelo, puesto que, al fin  y al cabo, ya no sería posible obtener lo deseado. Esta última conclusión “ya no puedo conseguirlo / es imposible” puede ser cuestionada en PNL desde el metamodelo del lenguaje, preguntando simplemente: “¿Qué te impide conseguirlo (en el próximo intento)? La alternativa a contarnos historias extremas o dramáticas consiste en percibir en la situación lo que está sucediendo y lo que estoy haciendo externa e internamente, así como el modo en que todos los factores y agentes implicados se están influyendo, lo cual permite desplegar ante sí las claves susceptibles de ser modificadas en el siguiente intento. Carlos Castaneda, otro contador de historias, señala: “Un hombre va al saber como a la guerra: bien despierto (…/…) Si tal hombre fracasa, o sufre una derrota, solo habrá perdido una batalla, y eso no provocará deploraciones lastimosas”

ME LLAMO MURPHY. Posiblemente, el caso más grave que se deriva de considerar lo que estoy haciendo como un error consiste en interpretar lo que he hecho como una prueba de mi identidad defectuosa: si cometo errores, soy un generador de errores, es decir, soy inadecuado, como persona, profesional, familiar, etc. Es probable que tales opiniones sobre la persona entera no ayuden a la hora de afrontar cualquier situación con un estado de plenitud de recursos. El estado de culpabilidad es un buen ejemplo de sufrimiento improductivo: una persona que se siente culpable tiende a emplear su energía en su dolor, en lugar de en la resolución efectiva de la situación. El proverbio oriental alude a este fenómeno: “Si tu mal tiene remedio ¿de qué te quejas?; si tu mal no tiene remedio, ¿para qué te quejas?”.

Los adoradores de la ley de Murphy, aquellos que presuponen que todo lo que pueda fallar fallará, adoptan una perspectiva determinista, por la que se considera que existe un designio universal que necesariamente invalida nuestros bienintencionados esfuerzos. Aunque esta actitud resulta menos ingenua que la que adoptan quienes se irritan y sorprenden con los errores, implica desresponsabilizarse de los propios actos: ¿Para qué esforzarse o probar de otra forma, si al final se fallará de todos modos?.

DEPARTAMENTO DE QUEJAS: tal vez influidos por la creencia en el paraíso terrenal, a menudo se considera inocentemente que el orden y los resultados esperados son “lo normal”, mientras que estar equivocándose o no obteniendo lo esperado es una desagradable excepción a la estructura natural de la realidad. Los pesimistas podrían considerarlo al revés, aunque posiblemente siguen deseando en secreto que sus predicciones no se cumplan. El malicioso Woody Allen señala a este respecto: “la prueba de que no se puede ser pesimista es que uno ya no puede ni esperar lo peor”. Sin embargo, si abrimos un poco nuestros sentidos, podemos encontrarnos con que lo inesperado y el desorden es bastante más frecuente de lo que cabría considerar…

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